Para muchos en nuestro país, que han estado intentando no mirar a los ojos de la crisis, la semana que termina parece haber dado un bofetón al poquísimo optimismo que pudiera quedar en la mente de algunos incautos con respecto a la situación económica que atravesamos.
El toro por los cuernos -en España- parecía cogerlo públicamente el ex-presidente del Gobierno, Felipe González, quien afirmaba en una entrevista que el fantasma de una nueva etapa de recesión planeaba de manera preocupante sobre nuestras cabezas.
A partir de ahí y ante la rotundidad de los hechos que se están produciendo, los medios de comunicación han empezado a utilizar la temida palabra en las cabeceras de sus informativos, en sus columnas de opinión, en sus crónicas de economía…
De pronto todo se volvía negro, como si en algún momento de la horrible y pertinaz tormenta que nos azota hubiese escampado. Y yo no sé los demás, pero no hubo un instante en que sintiera que dejaba de estar chorreando.
Millones de personas se manifiestan en distintos puntos del planeta intentando hacer llegar, a quien corresponda, un grito desesperado que evite que le embarguen sus casas, que dejen a sus hijos sin hogar, que bajen las cifras de paro, que dejen trabajar a los jóvenes y jubilen antes a los “viejos”, que despidan a menos funcionarios y no acepten trajes de Armani, que paren de apalear a manifestantes y “trinquen” a quienes se llevaron el dinero de todos…
En mi querida España, esa España mía, esa España nuestra lo único que hemos sacado en claro (algunos, porque otros continúan empeñados en que todo iba bien) es que durante años nos han consolado con la zanahoria delante de nuestras narices y que nos han dejado solos para barrer su “mierda”.
Pero lo mismo está ocurriendo en EE.UU., empeñados en mostrarnos a San Obama como si fuera un moderno Fray Escoba que ampara, protege, libera y nos defiende de los “malos”; aunque se alcen voces que dicen que los malos ya estaban muertos y no de parranda.
Francia y Alemania, benditas ellas sean entre todas, intentan salvar a Grecia y los griegos, muy tercos, no aceptan quedarse sin comer durante los próximos 50 años. Ay, estos mediterráneos nunca aprenderán y por su cansina testarudez están poniendo en jaque a toda Europa y eso está muy feo.
Y supongo que nos queda Libia, como antes fue Irak, luego Afganistán y otra vez Irak. Imagino que la estamos “deshaciendo” para luego volverla a construir. ¡Qué nobleza! No sé por qué se me vienen a la cabeza palabras tan raras: armas, petróleo, infraestructuras, reconstrucción, contratos millonarios…
No sé. Soy un poco ignorante y no entiendo cómo es posible echar tan rápido a Mubarak (que antes era muy amigo de EE.UU.) tras 40 años en el poder y tan difícil tirarle de la oreja a Gadafi, que hasta en la Casa Blanca duerme en los jardines debajo de una Jaima. Tal vez sea acorazada. Dúdolo.