Resulta muy difícil, cuanto menos que moralmente imposible, ponerse a hablar de las agencias de rating, de las medidas que adoptará la U.E., de lo que ha dicho el Sr. Durao Barroso sobre la zona euro o de las opiniones de la Sra. Salgado sobre los malos datos económicos españoles.
Todo eso da igual cuando casi un millar de ciudades del planeta se han puesto de acuerdo, cosa harto difícil, para protestar por la situación mundial que se vive y lo poco efectivas, por no decir absolutamente contraproducentes, medidas que los gobiernos mundiales están tomando.
Todos se empeñan en prolongar una agonía indecente para los protagonistas microeconómicos, esos millones de seres humanos que se quedan sin aire, mientras unos cuantos manejan el cotarro y se llenan los bolsillos de billetes.
La violenta bofetada que nos ha dado el inútil y maquiavélico sistema que intentamos perpetuar no ha servido de nada. Las bolsas continúan reaccionando tan solo a maniobras especulativas y los bancos siguen pidiendo dinero, mientras ofrecen sus dividendos a suculentos retiros para sus ejecutivos.
La gente está muy cansada, aunque continúo maravillándome de la capacidad que tiene el vulgo para aguantar y de lo difícil que resulta sacudir a las masas para que hagan algo. Tal vez la cita de mañana, en ese millar de ciudades, bajo el lema Unidos por un cambio global, sirva para algo. Sinceramente, lo dudo.
No obstante, no deja de ser un pasito más hacia una revolución que permita cambiar las cosas y dar de comer a los niños que se mueren de hambre en lugar de engordar las cuentas de los directivos. Eso si ante no cambiamos de tema porque EE.UU. le ha declarado la guerra a Irán…