Uno de los temas con mayor actualidad económica y política es la llamada flexibilización laboral. En el fondo, se trata de un eufemismo para no decir tan bruscamente que lo que se busca es el abaratamiento del despido. La llamada “flexibilización laboral” es uno de los pilares fuertes que el Fondo Monetario Internacional ha predicado y propagado desde mediados de la década de los ochenta.
En principio, se relaciona flexibilización laboral con aumento del empleo; aunque se trata de una asociación altamente cuestionable en términos económicos. El supuesto que justifica tal asociación es que si a los empresarios les cuesta menos despedir, es más fácil que contraten. Honestamente, esto contrasta con múltiples estudios, que muestran lo contrario. Vale decir, que en tiempos de crisis, las empresas buscan subir rentabilidad; para lo cual, la fórmula más fácil es el despido barato y la reasignación de funciones, sin llenar cupos y sin generar nuevos empleos. De hecho es exactamente lo que pasa actualmente en España, a nivel público. La manera de reducir deuda es no contratar.
La flexibilización laboral es más bien un supuesto teórico, por hablar amablemente; o un principio ideológico, por hablar con franqueza, que pertenece a la última generación de teorías económicas liberales, que se oponen a las perspectivas del pleno empleo, y prefieren un tasa de desempleo administrable. En términos de mejora del desempleo, funciona mucho mejor el estímulo focalizado en las pequeñas empresas, la mejora del crédito, y potenciar el consumo interno.