La reunión de líderes europeos del 8 y 9 de diciembre terminó con una separación previsible del Reino Unido, respecto al pacto europeo de regulación del mercado financiero. Se trató de una separación previsible; pues las presiones del propio sector financiero londinense hacían imposible un acuerdo tal y porque Cameron, mal que mal, debe responder ante las perspectivas de los euroescépticos que lo apoyaron políticamente para la actual legislatura.
A pesar de que se trataba de un resultado previsible, eso no quita el complejo panorama que sobre Londres arroja una posible soledad económica permanente. Pues si bien se trata de un gran centro financiero, las instituciones de este tipo suelen leer en forma muy contingente sus decisiones y no amarrarse a lealtades de largo plazo. El matrimonio de Cameron con el centro financiero de Londres bien puede ser una relación unilateral, donde sea Cameron quien a la larga deba pagar los costos de un divorcio complicado.
La soledad económica de Londres, a la larga puede resultar en una especie de “suicidio en defensa propia” para el Reino Unido; por lo cual, los esfuerzos de Alemania que insiste en acercar posiciones con Londres, no deben ser desoídos desde la isla. A largo plazo, resultan más convenientes los acuerdos políticos que la coquetería de la banca.