En medio de la mayor crisis financiera de la historia, el Banco de Santander, la entidad que preside Emilio Botín, ha terminado 2011 con un balance que arroja unas ganancias de casi 5.400 millones de euros y eso después de haber realizado un saneamiento extraordinario en el banco por valor de casi 3.200 millones de euros.
El banquero no ha tenido reparos en echar la culpa de la crisis a los políticos y de afirmar que si el crédito no fluye es “porque no existe demanda solvente”. Después de lanzar perlas como estas, le ha faltado tiempo para instar al Gobierno a realizar las reformas “cuanto antes”, en unas declaraciones que valoran muy positivamente las medidas adoptadas por el PP, pero que al parecer considera insuficientes o un poco blandas.
Lo cierto es que la actitud de Botín, su aplomo, su iniciativa, su firmeza, su contundencia parecían más propias de alguien que gobierna el país y, en este sentido, no es la primera vez que voces responsables y acreditadas han apuntado al presidente del Santader como el auténtico regidor de España y quien dicta las normas de los Gobiernos de la nación.
Por supuesto, el banquero no eludió pronunciarse sobre la reforma laboral, remarcando que España la necesita urgentemente y que debe ser “profunda y de calado”, que permita la flexibilidad empresarial y que el salario se vincule a criterios de productividad. Ya digo, la voz de un auténtico dirigente perteneciente a la cara más dura de un neoliberalismo sin pudores.