La deuda pública de un país es la suma de los compromisos de crédito que mantiene con entidades financieras y otros estados. Si bien, este tipo de deudas son muy antiguas, y la edad media conocía estados, reinos y principados que ya operaban con deuda pública; ha sufrido grandes transformaciones durante el siglo XX, incorporándose en el sistema financiero mundial a partir de su cotización en bolsa.
El funcionamiento radica en que un Estado emite bonos de deuda, que los inversores adquieren, lo que le entrega liquidez y financiamiento al Estado. Pero a cambio de ese financiamiento inmediato, el bono incorpora un interés anual, que el Estado debe solventar. Los bonos tienen un tiempo de duración, el más importante es el bono a diez años, luego de este tiempo, el inversor recupera el dinero invertido; aunque también evidentemente ha recibido los intereses anuales del bono. Actualmente los más importantes son los bonos de interés variable, que se determinan en forma distinta en cada país, en el caso de España se determinan por la llamada prima de riesgo, que es el índice que compara el bono español con el alemán, mientras el bono determine un mayor riesgo debe también pagar un mayor interés.
En Europa el funcionamiento de los bonos es particularmente complejo; pues la zona euro, impide que los estados puedan manejar la compra y venta de bonos con total autonomía; pues esto afecta al mercado común monetario.
El fenómeno más complejo en la actualidad es que la prima de riesgo varía según una serie de condiciones muy complejas que incorporan desde el producto interno bruto a la estabilidad política; por lo tanto se trata cada vez más de un índice de percepción de riesgo más complejo, con elementos cada vez más extraeconómicos. La mayor crítica a este proceso, es que alimenta las prácticas especulativas del sector financiero, transformando la deuda de los Estados en un valor transable y manejable políticamente. Se trata de uno de los elementos claves para explicar la actual crisis europea.