Grecia no ha dejado de estar en las preocupaciones económicas de toda Europa; pues pareciera que la crisis de deuda soberana griega amenaza con contagiar a toda la eurozona. En este contexto han sido titulares tanto los recortes griegos como las ayudas de la Unión europea al país heleno. Al mismo tiempo que Grecia se transforma en una especie de laboratorio a baja escala de las posibles intervenciones generales aplicables a otros países europeos.
Ahora bien, la última propuesta de Alemania busca profundizar aun más esta situación a través de la figura de una suerte de comisario europeo de presupuesto que intervenga en forma directa a través del veto, en la elaboración de las partidas del presupuesto griego. Se trata de una medida bastante radical, que muestra el nivel de desorientación de la Unión Europea frente a la situación de la economía. Pues, si bien se trata de una medida que podría ser eficiente, daña absolutamente la soberanía económica y esto debe llevar a preguntarse por el rumbo político de la comunidad.
En tal sentido, el proyecto de la unión europea debe ser entendido como un proyecto de colaboración y no de intervención; si bien es cierto, que en un tipo de vínculo como éste existen equilibrios tácitos y explícitos de poder y que en la práctica no todos los países juegan el mismo rol; sino que existen lideratos y hegemonías que hasta cierto punto son normales; otra cosa muy distinta es apostar por planes de intervención que minimicen las soberanías locales; pues aquello está más en la línea de la estrategia imperial que en la de una comunidad política entre pares.