El propio Fondo Monetario Internacional, sin ápice de compasión si no por pura racionalidad económica, ha advertido de que no es el momento de iniciar un proceso contra Irán cuyas consecuencias en el precio del crudo y, por ende, en toda la economía mundial, en especial la europea serían mucho más serias de lo que podemos ni siquiera oler.
Porque el tema es que Irán no es Irak, ni tampoco Libia, ni siquiera Cuba, que sí que ha dado un claro ejemplo de durante cuánto tiempo puede un pueblo aguantar un embargo que, al margen de cuestiones políticas, somete a situaciones extremas y crueles a una población netamente civil.
Irán es un pueblo testarudo y muy apasionado, con una situación geográfica estratégica y que puede resultar una pesadilla para el enemigo invasor. Una guerra contra Irán podría además mover a Rusia y China y a países latinoamericanos como Venezuela, a posicionarse del lado del gobierno de Teherán… ya no estamos hablando de un grupito de islamistas empujados por un fanatismo ciego, como nos quieren hacer creer desde muchas vertientes.
Hablamos de una escalada tensa y de consecuencias peligrosas. De hecho, ante las amenazas de embargo a Irán, el país de Oriente Medio ha decidido contraatacar y ya anuncia sanciones contra occidente y más concretamente un contraataque con Europa como diana, a la que cortaría el suministro de petróleo entre 5 y 15 años.
El efecto sería aniquilador para las economías más frágiles de la Unión Europea, entre ellas la propia España, donde a pesar de que el nuevo gobierno dice que pasa de potenciar energías alternativas, el petróleo es básico, fundamental.
Pero más allá de todo eso, no podemos dejar de recordar una y otra vez, cómo EE.UU., ayudado por sus aliados, han solucionado las crisis a lo largo de la historia y aquí huele a guerra que apesta y encima la estamos apoyando y aquí no caben luego manifestaciones o camisetas con logos contundentes. Ya no hay tiempo para tanta falsa inocencia.
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