¡Si yo fuera mileurista… dubi-dubi-dubi-dubi-dubi-du…! Para que la frase cobre sentido resultaría muy acertado entonarla con la fantástica musiquilla de aquel famoso éxito de la Banda Sonora Original de la mítica película “El Violinista en el Tejado”. Ya saben: ¡Si yo fuera rico…!
¡Cuánto han cambiado las cosas desde entonces! Mucho, llegamos a superar guerras frías, emigraciones, dictaduras, el seiscientos, el pisito y hasta la profesión de verdugo. O eso creímos. Pero lo cierto es que nos nubló la razón tanta arenisca desprendida de las toneladas de ladrillos corruptos, que desde la más absoluta irresponsabilidad y aún peor sentido de la dignidad, colocamos uno sobre otro hasta edificarle esa burbuja inmobiliaria a un grupo de mafiosos.
Nos sentimos millonarios y consumistas por una fracción de segundo en el mar del tiempo y entonces dejamos que se invadieran países y violaran derechos fundamentales en nombre de la paz mundial; despreciamos a quienes venían huyendo del hambre y buscaban un poco de pan; nos olvidamos de las libertades y preferimos dejarnos engañar por el totalitarismo del dinero; acabamos comprando un BMW a plazos; nos hipotecamos en un adosado; y permitimos que nuestros hijos abandonaran las escuelas para convertise en peones descerebrados con dinero en el bolsillo.
Al principio de la crisis las cosas se fueron torciendo, como a cámara lenta, y éramos incapaces de concebir un puesto de trabajo en el que había gente que sólo cobraba mil euros al mes. Los mileuristas eran esa casta de desgraciados, con mala suerte, que nunca llegarían a nada… Tal vez hoy, algunos de los casi 5,5 millones de parados se atreva a entonar lo de… Si yo fuera mileurista…
Imagen: Trebujena.net