La idea de “clase” tenía en origen una connotación específica de carácter económico. Las clases se distribuían en una sociedad según su poderío económico y su situación de privilegio. Sin embargo, este análisis en la actualidad se ha visto rebasado por la idea de “clase política”. No se trata específicamente de un grupo diferenciable por su posición económica; sino por su situación de privilegio, especialmente en la estructura que administra el poder; aunque tal posición implica efectivamente una serie de relaciones con los grupos que controlan el poder económico, los agentes sociales y actualmente también con los medios de comunicación.
En este sentido, se pueden postular dos maneras de entender la actuación de los dirigentes políticos. Cuando actúan como representantes populares, es decir, como canal de expresión y representación de una voluntad política que les antecede; en particular esa voluntad política puede considerarse como pueblo, ciudadanía o electorado, según el tipo de análisis. La segunda manera es entender la acción de los dirigentes políticos como acción de clase política. Se trata de ese tipo de acciones donde un dirigente no actúa representando la voz de la ciudadanía que representa; sino con el objetivo de reproducir la situación de clase. Los criterios para determinar si una forma de actuar político es acción de clase o de representación no son tan complejos. Si es acción de representación será eco de la opinión de la ciudadanía y se hará junto a los movimientos sociales; si es acción de clase estará orientada a la reproducción de privilegios, concesión a los grupos económicos y se hará acompañada de una serie de estrategias comunicacionales.
Las decisiones en materia económica que Europa está tomando hace ya bastante tiempo son decisiones de clase, eso explica la homogenización ideológica y por qué políticos de un lado y otro coinciden en medidas ante las que la ciudadanía manifiesta explicita y mayoritariamente su desacuerdo.