El símbolo era en la antigüedad la forma de sellar un pacto usualmente a través de un objeto que se rompía a la mitad, comúnmente una moneda, de manera que cada uno de las partes del acuerdo, se quedaba con uno de los trozos. La forma de comprobar un contrato era mostrar el sello roto y comprobar que encajaba con la otra parte.
Sin embargo, lo que hoy se ha roto con el pacto de Atenas será difícil de restaurar. Las medidas que la Unión Europea, el Banco Central europeo y el FMI han impuesto a Grecia para que se haga acreedor de un nuevo aporte de 130 mil millones de euros, sin duda rompen una visión particular de la sociedad que en cierto sentido ha sido la identidad de Europa, y que hoy queda expuesta a la nueva Europa liberal que está naciendo.
El despido de 15 mil funcionarios griegos, la inmediata rebaja de los sueldos funcionarios y la exigencia de la privatización de las empresas públicas son la parte del sello que Atenas ha debido romper; por otra parte los 130 mil millones de euros, son la otra parte del símbolo que permitirán a Grecia no entrar directamente en la bancarrota fiscal. En cualquier caso, los que ganan son los acreedores de la deuda, a quienes en definitiva llegaran estos millonarios aportes. El problema es que el símbolo una vez roto, no se puede restaurar. No hay paso atrás.