Muchos nos preguntábamos, incluida la presidenta de Argentina y sus comentarios sobre el “suertudo” de Rajoy, qué le estaba ocurriendo a los ciudadanos de España que parecían alelados frente a las duras medidas y los salvajes recortes a los que les somete el gobierno de la nación. España se ha convertido en el tercer país más pobre de la U.E., los bancos siguen recibiendo ayudas, tenemos 5,5 millones de parados, se cierran servicios hospitalarios, se carga el IRPF sobre las dobladas espaldas de los más desfavorecidos, miles de familias se han quedado sin vivienda, sabotean la Sanidad Pública, estrujan a los funcionarios… y escatiman en Educación.
Son sólo algunos ejemplos, porque la lista ya es bastante abrumadora y todos los indicios apuntan a que el Ejecutivo del Partido Popular piensa seguir asfixiando a sus ciudadanos hasta que su legítima representación no sea más que una bota que pisa nuestras cabezas. Aún así permanecemos dormidos, aburridos, desesperados pero omisos, callados y amedrentados, como los oprimidos de dictaduras que creíamos olvidadas.
Sin embargo hoy, como tantas otras veces a lo largo de la historia, han sido los jóvenes quienes nos han dado una lección. Han tomado las calles de 40 ciudades españolas. Su reivindicación era mucho más que legítima, por lo menos mucho más que las actuaciones de un gobierno que, amparándose en su mayoría, impone medidas inhumanas y rastreras, con unos visos de chulería y prepotencia, que alguno de esos jóvenes sólo conocían a través de películas sobre los años 30 y 40, en un mundo bastante perjudicado.
Hoy nuestros jóvenes han demostrado que no tienen miedo y si lo tienen, que tampoco sería descabellado, se lo aguantan. Hoy nuestros jóvenes nos han dado una lección a los mayores, a quienes les hemos educado, a quienes tantas veces presumimos de correr delante de los grises, de revolucionarios, de inconformistas…
Hoy nuestros jóvenes han tomado las calles, han cortado autopistas, han apedreado bancos, han gritado frente a la bolsa y no se han arredrado frente a la carga policial. Sólo en Barcelona 70.000 personas protestaban contra un sistema que merma su calidad educativa, que les embarga las pizarras, que les corta la calefacción…
Que algunos han quemado contenedores, se han pegado con los guardias y han arruinado un coche… ¿Y qué queríamos que hicieran? No, la violencia nunca debe ser la vía, pero la defensa propia puede ser el único medio que nos queda cuando el Estado nos agrede con tanta saña. Los manifestantes de hoy no son delincuentes, son nuestros hijos.
Imagen: Noticiasdenavarra.com