El Banco Central Europeo abrió la cartera a cerca de 800 entidades financieras, distribuyendo un total de medio billón de euros. Se trata de una enorme “contribución” para sanear las deudas y gestiones privadas.
En cierto sentido debiera sorprender la generosidad del BCE, pues el rescate a Grecia, era menos de un tercio de ese caudal e implicó una serie de condiciones impuestas a Grecia, con grandes costos para la ciudadanía. En cambio, en esta liberalidad con los bancos se han aceptado todo tipo de activos como garantías. Debiera sorprender, además porque con medio billón de euros es posible pagar las deudas soberanas de varios países europeos, de hecho, Grecia, Portugal y casi alcanza para incluir a Irlanda, que en total suman 600 mil millones de euros. Por supuesto la idea es destrabar el crédito en las instituciones bancarias; sin embargo, gran parte de esos aportes irán a solventar las deudas de las propias entidades financieras. Debiera sorprender; pero este tipo de medidas ya no sorprende.
En particular, he insistido en post precedentes en la necesidad de liberar recursos para el estímulo económico; además muchos economistas en el último mes a lo ancho y largo del globo se han sumado a esta tendencia. Pero éste no es el modo de hacerlo. En primer lugar porque no es inversión directa, como la inversión pública que tiene efectos inmediatos en recuperación y empleo; sino que pretende estimular a la inversión privada regenerando el crédito. Lo que efectivamente podría estimular al crecimiento y aportar en disminuir a la recesión, pero no es inmediato y además no es seguro; pues la experiencia de los aportes anteriores que sumando el actual se acercan cada vez más a los seis billones de euros desde el 2008, demuestran que a pesar de esos aportes, el crédito no se abre.
¿Hay otra formula? Por supuesto: abandonar el camino de los recortes hasta que se reactive el crecimiento y se equilibren ingresos y gastos estatales. Para reactivar el crecimiento, inyectar recursos directos a la inversión pública y a los fondos de estímulo europeos para emprendedores, sin intermediación de las entidades financieras. Asumir una política de viabilidad de la banca por segmentos, que implique 1) reducir los exagerados aportes, enfocándolos sólo en las instituciones viables que muestren signos de saneamiento; 2) asumir participación pública en las instituciones que pueden recuperar su viabilidad, lo que además le entrega un foco de inversión a mediano plazo a los Estados o en su defecto a la Unión Europea; 3) Establecer una política para remediar las quiebras y estimular fusiones de las entidades no viables.