Qué díficil resulta en momentos por los que atravesamos, ser imparcial y respetar esa máxima que se le exige al periodista de presentar la realidad tal y como la contempla, sin aportar ni una mijita de su opinión personal, ciudadana, política… cómo si el profesional de la comunicación estuviera sordo, mudo y ciego o fuera un poco lerdo; como si el comunicador no comiera, no bebiera, no pagara comunidad, no se las viera con su hipoteca, no tuviera convenio colectivo, ni hijos, ni amigos, ni, ni, ni…
Siempre he pensado que lo que no debe hacer un periodista es mentir, lo que no quiere decir que no existan algunos que lo hagan. Al margen de eso, presentando la verdad y a veces de la forma más descarnada posible, es obligación del comunicador, que antes que eso es persona y ciudadano, decir a gritos lo que piensa, como cualquier otro hijo de vecino. Eso sí, a las claras, sin ocultar, manipular, disfrazar, adulterar, falsificar, viciar lo que ve, oye y escucha.
Por cierto, bajo ningún concepto acepto la opinión de alguien que se relaje en brazos de cualquier tipo de soborno o que le mueva algo más que el deseo de que la verdad llegue al mayor número de personas.
Hoy, amparada en ese derecho como ciudadana, sólo puedo expresar esa mezcla de dolor y rabia que tengo dentro y que me ahoga. No sé si mis conciudadanos están drogados, llenos de diazepam hasta las cejas; aborregados e inmunizados contra el dolor de sus vecinos; abobados por toneladas de horas de programación a cargo de tertulianos, copresentadoras, colaboradores y realities… porque lo que no quiero pensar es que nos hayamos vuelto tan malos, tan malísimas personas, que ya todo nos importa un bledo.
Hoy leía el post de mi compañero Adán Salinas, en el que acertadamente exponía en qué situaciones y quiénes aconsejaban imponer y aplicar las políticas que gobiernos como el nuestro están haciendo en estos días y no podía estar más de acuerdo, al margen de sentir tanta pena, tanta rabia y tanta mala leche…
¿Qué pretenden, que nos matemos vivos los unos contra los otros? Despierten, que están ocurriendo cosas que ya sólo veíamos en películas de Trueba, Camus, Fernán-Gómez… ¿En manos de quiénes estamos y cuál es nuestra cuota de culpabilidad en todo esto? Analicemos, por favor, analicemos antes de que el dolor y la rabia de paso a otro tipo de sentimientos mucho más deshumanizados e irracionales.
Imagen: Ferminicus’Blog
Adán says
Hola Mar, yo también leo continuamente tus post. Creo que se va construyendo un espacio interesante.
Saludos
Mar Santiago says
Gracias, Adán, espero que lo hagamos juntos y con la ayuda de nuestros lectores.
Un abrazo.