Es un fenómeno complejo, pero muy actual: la imposición del mercado sobre la política, y la política reducida a la campaña electoral. ¿Qué pasa entonces el día después de las elecciones? Lo que sucede es que se acaba la política, al menos desde el punto de vista del gobierno; en términos más amplios, la política se traslada de lugar, el problema es a ¿qué lugar? Es cierto que la ciudadanía ha dado muestras de apropiarse el lugar de la política, en España y en otros países europeos, y de tomar las calles reclamándolas como lugar de la política; pero, también es cierto, que tal apropiación se diluye toda vez que no es capaz de presionar la institucionalidad política en forma permanente y eficaz, como sí lo hace el mercado.
Desde el punto de vista ciudadano entonces, para enmendar el rumbo económico-político de España, cabe preguntarse cuáles son las formas para distraer a la institucionalidad política de su fascinación por el mercado.