Tras el 24 de octubre de 1929, aquel fatídico día que pasó a la historia como el Jueves Negro, el crack de EE.UU. rompió los esquemas económicos y sociales de un mundo occidental que apenas si había empezado a vivir de otra manera, tras una larguísima y dura etapa de explotación obrera durante la Revolución Industrial.
El sistema económico y financiero norteamericano reventaba, ante las evoluciones especulativas y las barrabasadas a las que había sido sometido un mercado bajo un concepto al más puro estilo capitalista. El reventón de EE. UU. se llevó por delante la estabilidad y la seguridad de millones de familias. La precariedad laboral volvió con extrema dureza y un desempleo atroz asoló el país.
Por supuesto el sistema entendió que debía perpetuarse y fue, precisamente en estas terribles condiciones, cuando se tramaron inmensas fortunas a través de ideas “colosales”, relacionadas con las mafias, la fabricación de armamento, otra guerra mundial y hasta el nacimiento de la Capital del Entretenimiento: Las Vegas.
En mitad del desierto de Nevada, Bugsy Siegel, un gánster vinculado al crimen organizado judeo-norteamericano, edificaba el primer hotel de Las Vegas: El Flamingo.
El juego, el alcohol, la mafia, la prostitución… todo lo que estaba prohibido en el “país de las libertades”, encontró su espacio en mitad del desierto. El dinero acudió como las moscas a la miel y allí comenzó todo un complejo, que se había edificado canalizando el dinero ilegal procedente de los sindicatos del crimen y con una manga muy ancha por parte de las autoridades gubernamentales.
Parece un cuento, una fábula, una parábola… Pues no, se trata tan sólo de una comparativa. Estamos en 2012, el mundo está a punto de acabar según los mayas, aunque en realidad sea más probable que su fin se deba más a los principios rectores de gente como la que pertenece al Club Bilderberg; en Europa impera un macrogobierno neoliberal que intenta recapitalizar la Eurozona a través de arrebatar hasta el alma de las clases medias y bajas; por ahí parece que se va buscando una nueva guerra presumiblemente contra Oriente Medio; en España tenemos nuestra propia sucursal de la cancillería alemana, en la figura de un gobierno aún más allá de la derecha; y, finalmente, aquí se han posado los ojos Sheldon Adelston, promotor judío multimillonario dedicado al negocio de los casinos en Las Vegas, muy interesado en contruir otra ciudad del ocio en Madrid o Barcelona.
El problema de Eurovegas es que, en mitad de nuestro crack, Adelston exige todo tipo de ventajas, con fuerte tufo a exenciones fiscales, exenciones legales, exenciones urbanísticas, exenciones en las normativas laborales… Falta saber si tenemos gánster.
Imagen: Globedia