El sueño de una Europa unida está a punto de acabar como el rosario de la aurora, mientras se libra en el viejo continente un auténtico enfrentamiento ideológico, al estilo de aquella no tan añeja Guerra Fría que dividió al mundo desde el final de la II Guerra Mundial y hasta la caída del Muro de Berlín.
De aquella Unión Europea apenas si queda el nombre y un montón de pataletas diarias, por ver quién se lleva el gato al agua y con ello el final de lo que pudieran haber sido los Estados Unidos de Europa. La economía, como siempre, anda minando; aunque en este caso no solo posee forma de estado (Alemania), también tiene nombre y apellido (Angela Merkel).
Hasta la propia OCDE afirmaba hoy que se deben renegociar las condiciones de Grecia si con ello se evita que el país heleno abandone el euro. Incluso Mariano Rajoy, más que sobrepasado por la realidad económica mundial, lo que debería servirle para admitir que la culpa no fue solo de ZP (aunque no significa que el expresidente se vaya de rositas), comienza a emitir un suave murmullo en favor de la Unión Europea, aunque ello se deba más al miedo que le da lo que aún le puede sobrevenir.
Sin embargo, la canciller alemana, muy apegada a una ideología en la que la palabra ‘solidaridad’ fue borrada del diccionario, apuesta por el poder y la división del continente entre la Europa del Norte y la Europa del Sur, aunque ello suponga pisotear el cuello de sus vecinos sureños hasta la extenuación.
Sin embargo, no nos engañemos. El problema no es solo de los PIGS (Portugal, Italia, Greece, Spain) y mucho menos tiene que ver con que SYRIZA gane o no las elecciones griegas. El problema es que la Europa del Norte está integrada únicamente por Angela Merkel, ni siquiera en ella caben todos los alemanes.
Imagen: Miki2Duarte