Ni valentía, ni sacar pecho, ni dar un paso adelante… cualquiera que haya seguido los tristes acontecimientos políticos y económicos que sacuden a nuestro país desde hace tiempo y el devenir del presidente del Gobierno desde su llegada a Moncloa, podría deducir ayer, mientras escuchaba a Mariano Rajoy frente a los senadores, que de sus palabras no podía inferirse gallardía alguna, por mucho que los medios de comunicación quisieran martillearnos con todo lo contrario.
Por primera vez el jefe del Ejecutivo español pedía en voz alta los dichosos eurobonos, según prensa y televisión en contra de lo que siempre había defendido Alemania. La idea pública que se quería sembrar en la mente colectiva de España era que por fin, nuestro omiso presidente, daba un paso al frente y plantaba cara a Angela Merkel. Demasiado bueno para ser verdad aunque, como casi en todo lo que concierne a los acontecimientos de la política económica, ya me gustaría equivocarme.
Una simple lectura de las informaciones de las últimas semanas, un seguimiento somero de la política internacional y una vaga idea de lo que supuso la victoria de François Hollande en Francia, nos darían una idea más que aproximada de lo que se esconde tras la aparente ‘valentía’ de Mariano Rajoy.
El nuevo presidente francés se ha opuesto a la política de recortes y austeridad impuesta por los alemanes desde el inicio de la crisis de Europa, dado que los resultados sólo han trasladado a la ciudadanía el peso de la falta de ética de políticos, gobernantes, banqueros y gigantes de la empresa. La situación ha querido paliarse recuperando el dinero ‘fugado’ de los bolsillos de la masa y asfixiando hasta la extenuación a las clases menos favorecidas y transformando la crisis en una crisis de pobres.
Estimular el crecimiento y fomentar las políticas sociales ha sido el primer objetivo de un Hollande consciente de que en su país no puede ni siquiera plantearse el pegarle una patada, como sí ha hecho Rajoy, al Estado del Bienestar, la joya de la corona de la República Francesa.
Con todo los ingredientes, el plato estaba servido. Se había cocinado el fin de un matrimonio de conveniencia que había hundido la zona euro en la más miserable situación, gracias a la extraña pareja Merkel-Sarkozy y que Mariano Rajoy ha querido tranformar en trío desde su transmutación de perdedor de elecciones en presidente por hastío de la mayor parte de la ciudadanía.
En este punto, con una Merkel sola y acorralada incluso por los propios alemanes, que la castigan en las distintas fases de las elecciones, el presidente español se ha quedado como el único mayordomo de la canciller alemana. ¿Es esa la razón por la que Rajoy se ha atrevido a alzar la voz? No, porque además ni siquiera ha sido un suspiro lo que ha trasladado al Senado.
El presidente de España ha aprovechado el giro a su propio discurso acometido por Merkel, quien sola y acuciada por las circunstancias y el resto del Eurogrupo, se ha visto obligada a aceptar las nuevas orientaciones económicas para la zona euro. La misma Bruselas quiere ahora imponer el autorescate de los bancos, evitar que los ciudadanos paguen hecatombes como las de Bankia y avanzar hacia la unión financiera de Europa.
Como ven, lo de Rajoy ya no puede llamarse valentía. Muy al contrario, nuestro presidente ahonda en su imagen del dirigente con mayor falta de personalidad política de la Unión Europea.
Imagen: Diariodenavarra.es