El Gobierno valenciano ha aprobado hoy solicitar al Estado acogerse al Fondo Autónomico de liquidez, como medida para hacer frente al vencimiento de la deuda valenciana de 2012 y el pago de proveedores, entre ellos las farmacias.
La solicitud del rescate de Valencia, aprobado en el Consell celebrado en Altea, ha provocado una auténtica espantada en los mercados y ha supuesto que la mejoría que debía experimentar España, con la aprobación definitiva del rescate a la banca por parte del Eurogrupo, se haya ido al garete y haya vuelto a teñir de negro otra jornada.
Aunque la palabra rescate ha sonado con fuerza en todos los medios nacionales e internacionales, los miembros del PP, entre ellos el propio presidente de la Generalitat Valenciana, Alberto Fabra, e incluso el ministro Montoro, se han apresurado a desmentir que la ayuda a Valencia se trate de un rescate; claro que el panorama nacional ya está acostumbrado a las disquisiciones lingüísticas del PP, empeñado siempre en rebautizar situaciones con nombres menos contundentes o incluso diametralmente opuestos a la circunstancias reales.
Sea como fuere, Valencia ha sido la primera en solicitar ayuda estatal, lo que acabará por obligar a la Comunitat a ceder autonomía en beneficio del Gobierno central, algo que no creo que vaya a disgustar a unos dirigentes muy apegados al concepto más españolero y rancio del país, donde las competencias autonómicas no parecen del agrado de los populares.
Lo que sí queda meridianamente claro es que la primera comunidad asfixiada, hasta el extremo de tener que ser rescatada, es uno de los territorios tradicionales del PP. Es la Valencia de los trajes y los bolsos, de los Camps y las Barberá, del apoyo a los recortes y también a los regalos… Es la herencia del PP.
Imagen: El punt avui