Los grandes movimientos fascistas de la Europa del siglo XX se caracterizaron todos, sin excepción, por destinar buena parte de su esfuerzo al ejercicio propagandístico. No quiero yo que con esto se establezca una comparación con otros gobiernos actuales, el Dios de los católicos me pille confesada, pero se me ha venido a la cabeza y no sé muy bien por qué.
Ha sido al oír a la ministra de Sanidad, Ana Mato, cantar las bondades del copago-repago farmacéutico. La señora, encantada de la vida y orgullosa de lo que está haciendo en su ministerio (lo que es aún peor), anunciaba sin ruborizarse que el gasto en medicinas y farmacia había disminuido un 24% en el primer mes de copago, con respecto al mismo mes del año anterior.
Por si a alguien le cabía duda del exitazo que suponía su tijeretazo, el número de recetas dispensadas también había bajado considerablemente y todo ello, unido en simpar armonía, confirmaba el tremendo ahorro que el gobierno del PP había proporcionado a las arcas estatales. El recientemente fallecido maestro del PP y ministro franquista, Manuel Fraga, podría sentirse muy orgulloso. El ‘camuflaje’ de la información realizado por Ana Mato, en cambio, podría sonrojar a cualquiera que tenga auténtica vocación de servicio público.
Menos mal que la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP) le ha llamado al pan, pan y al vino, vino. La FADSP ha acusado a Mato de ‘manipular’ y ‘tergiversar’ los datos, realizando una interpretación ‘falsa y triunfalista’ de una medida que lo único que ha hecho es servirse del dinero de los pensionistas, en lo que ha calificado como una especie de ‘préstamo a interés cero’ de los pensionistas a Sanidad; un dinero que, en su mayor parte, el estado deberá devolver a sus legítimos dueños en no más de seis meses.
Aquí, además, habría que añadir que se emiten menos recetas porque muchos ya no tienen para pagar las medicinas.
Imagen: Jessal.wordpress.com