A cualquiera que haya leído hoy las declaraciones que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, hacía en su peregrinación al Rocío Chico, en Almonte, se le han debido de caer las pestañas de espanto. Al presidente, en un arranque piadoso y sensible, no se le han parado los pulsos al asegurar que ‘a veces estamos pensando siempre en lo material, y al final los seres humanos somos sobre todo personas, con alma y con sentimientos’. Claro, que eso se lo dirá a la Blanca Paloma, porque no creo que se atreva a decirle lo mismo a los parados de larga duración. Bueno, rectifico, atreverse a eso… sí, cosas peores y cargadas de la misma desfachatez está haciendo.
Rajoy anda por tierras de Huelva con la ministra de Trabajo, Fátima Báñez, que juntos se han acercado a la aldea a implorar, en tiempos de crisis, la ayuda de la madre de dios, que parece más factible que la de Angela Merkel, quien mantiene bien sujeto a Draghi, por mucho que le espete ahora nuestro ministro de Economía.
El BCE no parece que vaya a caer subyugado ante las palabras de De Guindos, que la cancillera germana no ha dado el visto bueno. Tal vez, Rajoy tenga la línea más abierta con la Virgen del Rocío y el milagro se produzca, aunque tengamos que volver a ver a Mª Dolores de Cospedal, en mantilla y procesionando… cosa más terrible.
Claro que la espiritualidad del presidente parece que acaba en Doñana, donde sigue descansando, antes de que empiece el nuevo curso político. Los más traviesos creen que, en la intimidad, hace ejercicios de dedos, para fortalecer la zona que sostiene las tijeras, de cara a septiembre.
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