Son las modas del nuevo entorno global en el que vivimos. Trabajar ya no es una necesidad, sino un lujo por el que algunos están dispuestos a pagar, otros lo hacen gratis y al resto… bueno, comienzan a obligarles a renunciar a derechos del pasado, en una regresión hipnótica hacia épocas de oscurantismo y esclavitud.
Las prácticas no se realizan de manera solapada, muy al contrario. Los propios grandes empresarios, que medianos y pequeños también se convierten en mano de obra barata autoexplotada por necesidad, establecen sus condiciones para que el trabajador se convierta en carnaza productiva, sin más interés que el de mover la maquinaria que produce dinero.
Claro que esos empresarios se miran en el espejo de los Gobiernos, convertidos en los primeros genocidas de derechos fundamentales, en esa labor de esbirros de bancos centrales, bancos mundiales, fondos monetarios… Ellos produjeron la crisis, como un método más para ganar dinero; aunque ahora la culpa sea de los inmigrantes ilegales, en los que gastamos tanto con el extraordinario cuidado que les damos.
Muchos quieren que se vayan de sus países y retornen al submundo del que provienen y desde donde han llegado para robarles los puestos de trabajo, esos que ahora nos toca ocupar a nosotros, en los que no se cobra, no se descansa, no se tiene contrato, no existen vacaciones, ni se pagan las horas extras… Los teníamos tan contentos que nosotros estamos saltando de alegría al ocupar sus puestos…
Dame pan y llámame tonto, nunca una frase fue tan desafortunada y, si no, que se lo pregunten a los griegos después de las condiciones que les impone la troika… ¿Los siguientes nosotros?
Imagen: La casa del arce rojo