Aquella mañana, la presidenta se engalanó como una condesa para asistir al acto de inauguración de un nuevo curso. El acontecimiento merecía todos los honores y ella no iba a escatimar en esfuerzos; al fin y al cabo, esa sencilla acción protocolaria, condensaba en esencia el auténtico futuro de una nación. Los hombres y mujeres del mañana, hoy pequeños infantes con babero, acudían a su primer día de clase, ajenos a la importancia del papel de la Educación en los principios inspiradores de la patria.
Henchida de esperanza, la noble mujer enfiló hacia el colegio. Parecía mentira, pero después de tantos años, aquellos actos diminutos seguían colmándola de orgullo y satisfacción. Hubiera preferido inaugurar el curso en algún lugar más castizo, solo por rendir homenaje a la vez a insignes lugares de la ciudad y comprometerlos con los fundamentos más honorables de la enseñanza. Lugares del Madrid más auténtico: Puerta de Hierro, el Barrio de Salamanca… incluso El Pardo, si la apuraban, que ese nombre le traía bonitos recuerdos de la infancia.
Bajó del coche oficial, un utilitario oscuro que el chófer mantenía tan reluciente que hubiera podido pasar por un vehículo carísimo, pero todo era producto de la pericia de aquel buen hombre con la cera. ¡Qué bonito! Se refería, por supuesto a aquellos madrileñitos y madrileñitas que le esperaban en clase y con los que iba a hablar en inglés, porque ese también era el resultado de su empeño por preparar a la mejor generación de ciudadanos, esos que podrían emigrar a… ¡Alemania!, a… ¡Londres!, a… ¡Eurovegas! La generación futura podría ejercer la emigración sin complejos y hablando varios idiomas.
De pronto, como salido de la nada, igual que una nave alienígena que trae extraterrestres del desierto de Almería, un tupperware pasó silbando junto a su oído. Ella, que había sobrevivido a la caída de un helicóptero, a un accidente de coche, a una bomba en Bomba-y… había estado a punto de perder la vida por una fiambrera asesina… ¡Menos mal que Dios la acompañaba a todas partes y la libraba de aquellas madres terroristas, marxistas y alborotadoras!
¡Qué injusta era la vida de una servidora pública!
Imagen: Profesorgeohistoria