Durante el último trimestre de 2012, los beneficios antes de impuestos, costes financieros y amortizaciones de las empresas representaron el 46,1% del PIB (120.400 millones), frente al 44,2% (115.453 millones) de los salarios. Es decir, que las rentas empresariales superaron en casi cinco millones de euros a los sueldos. Esto, sin tener en cuenta el 9,6% restante del PIB correspondiente a los impuestos a la producción.
Según el Instituto Nacional de Estadística, esto no ocurría en España desde 1980. Este vuelco de la economía española se debe, entre otros aspectos, al fruto de la contención salarial media del trabajador, hecho agudizado en los últimos tres meses. En el último trimestre de 2012 cayó un 3% respecto al mismo periodo del año anterior. Esta tendencia en realidad comenzó en 2009, al inicio de la crisis y ha tenido su punto más alto con la supresión de la paga extra de los funcionarios. Además, a esto hay que sumar los procesos de ajuste de plantillas (ERES).
El cambio de la estructura de las rentas de la economía va ligado al cambio del modelo productivo. El mejor ejemplo lo tenemos con Alemania, donde el peso recae exclusivamente en las empresas. En el lado opuesto tenemos a Francia, país donde los salarios siguen teniendo el protagonismo.
Este drástico cambio económico posibilita el crecimiento de la demanda, aumenta el potencial de crecimiento de la inversión productiva y la competitividad exterior y reduce la capacidad de crecimiento del consumo privado. Vamos, que aumenta la capacidad de gasto de las empresas pero no el de los hogares.
A pesar de estos datos y de que las empresas disponen de capital para invertir, España sigue estando en una posición vulnerable en el mercado. El mejor ejemplo lo tenemos con lo sucedido tras las elecciones en Italia y las exigencias de Bruselas de adoptar más reformas e impuestos con el ajuste del déficit
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