Las tarjetas bancarias se han acabado imponiendo como fórmula de pago y transacciones económicas que evitan operar con dinero en efectivo. Si en un principio este método fue concebido casi exclusivamente para grandes empresarios, poco a poco, su uso se ha ido extendiendo a las PYMES y los usuarios en general.
El auge de las tarjetas de crédito ha desbancado a las tarjetas de débito, hasta hace poco más populares para las economías más modestas. Sin embargo, las ventajas que los bancos han empezado a aplicar a quienes utilizan las tarjetas de sus entidades, han acabado por universalizar el uso de este tipo de método de pago.
Entre sus múltiples ventajas, los diferentes tipos de tarjetas de crédito permiten al titular disponer de un remanente de dinero, a modo de préstamo o adelanto por parte de la entidad financiera. Con esta cantidad, el cliente puede realizar todo tipo de compras y operaciones sin pago de intereses, siempre que la cancelación de la deuda se realice dentro de los plazos estipulados en el contrato.
Además, el auge de las transacciones a través de internet, también ha servido para extender el uso de la tarjeta de crédito, un método de pago ampliamente aceptado en la red y que los bancos, operadores y empresarios han tratado de convertir en un sistema cada vez más seguro a través de pasarelas que ofrezcan garantías y confianza al cliente.
Existen muchas entidades que también ofrecen condiciones ventajosas a la hora de dotarnos de su propia tarjeta de crédito, incluso obviando los gastos de mantenimiento. De todos modos, hemos de convenir que, entre las ventajas de esos pagos, está el que las principales tarjetas conllevan la adquisición del usuario de distintos seguros, entre los que destacan el antirrobo y el uso fraudulento de su propia tarjeta.
Imagen: State Farm