Además, como caso particular os contaré cómo comencé el 2014. Tras recibir los clásicos mensajes telefónicos (que ya ni sms ni nada, tirando de Whatsapp y similar para aprovechar la línea de datos de los móviles) se me ocurre entrar en mi cuenta bancaria para controlar como va mi economía.
Sorpresa para mí, me encuentro con un cobro por parte del banco –además de sus intereses- que indica que se debe a un descubierto. Reacia me pregunto, ¿descubierto? ¿Cuándo? Me pongo manos a la obra viendo el histórico de los movimientos de la cuenta y llego a la conclusión de que debe ser un error, pues en ningún momento he tenido la cuenta en número rojos… Ah, espera, que un día, durante 30 minutos, lo que tardó en hacerse efectiva una transferencia, sí hubo menos 3 euros en la cuenta.
Aún con esas, y en caso de ser factible el cobro por descubierto, cosa que no es así pues el periodo de 24 horas pertinente para tener en regla las cifras no se ha respetado, el cobro del banco supera cinco veces el importe supuestamente al descubierto.
Como es de esperar, al día siguiente me acerco al banco a preguntar y me confirman que el cobro corresponde al día en el que hubo un impás de 30 minutos hasta recibir la transferencia ya mencionada. La mala suerte es que como no es la oficina donde abrí la cuenta no pueden hacer nada, debo ir a ella (a pesar de estar en otra provincia).
Y yo me pregunto, si lo ven, lo manejan a su antojo y entran en todas y cada una de las operaciones, ¿cómo es que una sucursal bancaria siempre pone como excusa que no es en la que has abierto la cuenta? Una treta más para marear a los clientes con excusas tontas que, debéis saber, están más que autorizados a manejar los datos siempre y cuando os identifiquéis como titulares de la cuente pertinente.
Y dicho esto, vemos que en 2014 los bancos siguen estafando, robando y engañando al personal.
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