A pesar de los mensajes triunfalistas que no cesan, en las altas esferas, de repetir una y otra vez a ver si nos los creemos, la realidad más pura y dura es que el 20,4% de la población española vive por debajo del umbral de la pobreza. Es decir, uno de cada cinco habitantes.
Si comparamos el dato con el 20,8% de 2012 se ha producido un ligero descenso. Lástima que éste no sea debido a una mejora de la situación sino a que, como cada vez tenemos menos ingresos, el límite que marca el riesgo de pobreza también disminuye.
Además, esta reducción de la tasa también se debe a la estabilidad de los ingresos de los mayores de 65 años, los jubilados, ya que las pensiones se siguen manteniendo estables pese a que el resto de la población ingresa menos dinero en sus hogares (si los tienen). Entre las personas mayoras el riesgo de pobreza se ha reducido en 2,1 puntos, alcanzando una tasa del 12,7%. Por su parte, el riesgo de pobreza de los menores de 16 años se eleva hasta el 26,7%.
Y todo esto sin tener en cuenta el indicador AROPE de riesgo de pobreza o exclusión social que es el que realmente figura en la estrategia Europa 2020 de la Unión Europea. Ateniéndonos al indicador AROPE, el porcentaje se eleva del 20,4% al 27,3%, ya que, además del riesgo de pobreza, se tiene en cuenta la baja cantidad de hogares en los que se tiene empleo, la carencia material severa (como no poder ir de vacaciones, no poder calentar la casa, no poder tener coche, lavadora o teléfono, no poder comprar carne, pollo o pescado, ni disponer de algo más de 600 euros para imprevistos), entre otros factores.
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