El mayor banco privado portugués, Espírito Santo, está atravesando serios problemas en los últimos días a pesar de que las autoridades lusas se esfuercen en garantizar su solvencia.
Los expertos califican como riesgo sistémico la situación actual del Espírito Santo, ya que una buena parte de la economía portuguesa se basa en la entidad y su capacidad financiera y económica está muy unida a la de otras empresas del país vecino.
El banco fue rescatado hace dos meses y su volumen de activos es de 82.817 millones de euros, con más de 10.000 empleados y filiales en países africanos, europeos y americanos.
Los inversores están especialmente preocupados por los créditos que Espírito Santo ha otorgado a otras empresas del holding, que suman unos 1.180 millones de euros, a lo que hay que añadir el riesgo de quiebra del principal accionista de la entidad, el Espírito Santo Financial Group, que cuenta con más del 20% de los títulos y que los expertos dan ya por muerto.
El nuevo director de la entidad tomó posesión el lunes y con este relevo se busca tranquilizar a los mercados bursátiles, haciéndoles ver que la familia Espírito Santo ya no gestiona el banco y su control queda reducido al enorme conglomerado de empresas que posee.
Carlos Costa y María Luisa Alburquerque, director del Banco de Portugal y ministra de Finanzas respectivamente, han tenido que acudir al parlamento luso para tranquilizar a la opinión pública y dejar claro que salvar la entidad con dinero público es la última opción que se plantea.
El Espírito Santo se ha convertido en el tema central de toda la actualidad económica y política lusa, lo que confirma la gran importancia que tiene la entidad para la economía portuguesa.
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