Ayer leía una noticia en CincoDías.com, que ponía al descubierto la picaresca en torno a los vales de comida. Hablaban de los tickets restaurant, los cheques gourmet, restaurant pass y tantas otras formas en que las empresas pagan parte del salario del trabajador en “especies”. De este modo, los empresarios pueden reducir sus gastos de nóminas, puesto que soluciones como vales de comida, guardería o transporte, se convierten en ahorro para la caja empresarial, ya que se propicia que negocien los precios de esas contraprestaciones y se las adjudiquen al mejor postor, con el consiguiente beneficio para el empresario.
Por otra parte, esta parte de la paga que las empresas realizan a través de estos “cheques” no tributan a Hacienda. Aquí es donde se pone el grito en el cielo ante el fraude fiscal del siglo XXI, una forma de estraperlo de vales de comida a través de la realidad virtual de internet, donde los trabajadores con este tipo de tickets se ponen de acuerdo con otros que los adquieren, por un 80 ó 90% de su valor. A cambio, el vendedor puede conseguir una parte de su paga en dinero real.
Sí, desde luego podemos estar hablando de un fraude fiscal… tan pequeño, tan a minúscula escala, que parece mentira que podamos estar poniendo nuestros ojos sobre esta práctica para otro fin que no sea lamentar la espantosa situación económica en que vivimos, que obliga a trapichear con mercancía barata y empuja a fraudes patéticos.
Cuando además en este país se evaden miles de millones anuales a paraísos fiscales, a través de gente tan respetable como empresarios de renombre, deportistas de élite, miembros de la realeza, políticos de pro y chorizos en general; demonizar a quien necesita unos euros más para mal llegar a fin de mes resulta, cuanto menos, miserable.
Imagen: Baluarte-Tarifa