Las elecciones Andaluzas y la huelga general marcan los 100 primeros días de gobierno. Esta etapa es sólo la primera, de otras diez que le quedan al Gobierno y sin embargo parece haberse gastado ya las provisiones de entrada, al menos de un tercio del camino.
Cuando Rajoy asumió el gobierno podía culpar de la impopular crisis a la legislatura anterior. Ahora bien la tesis de la “herencia de Zapatero” no podía durar demasiado; porque por una parte era verdadera sólo parcialmente, es decir, la crisis no era culpa de Zapatero, como tampoco lo es de Rajoy, y evidentemente a la legislatura anterior se le podía culpar de mala gestión ante la crisis pero no de provocarla. Ahora bien, en estos primeros cien días, el argumento de la crisis heredada, ha dejado de convencer, como lo muestra el vuelco de cierta parte no menor del electorado andaluz, que hace unos meses había apoyado al PP. Ahora bien, más allá de encuestas o resultados electorales, se trata de un estreno político muy poco prometedor el cerrar los cien primeros días con una huelga general de las magnitudes de la del 29 de marzo. No porque un gobierno no pueda tener huelgas; sino porque esta huelga masiva tan temprana hace presagiar un agotamiento político temprano.
Por otra parte, si revisamos con cierta neutralidad las medidas económicas de estos primeros cien días, es necesario reconocer un gobierno audaz, que da vuelta sus promesas de campaña y sube los impuestos; que recorre con pertinaz y heroica audacia el camino de los recortes, y que afirma con audaz convicción la recuperación de la economía una vez que se reabra el crédito, e invierte los pocos recursos fiscales disponibles en esta audaz apuesta, abriendo canales de financiamiento para la banca y estimulando una serie de transacciones entre cajas y bancos. Esto que para mucha gente puede ser una virtud, es absolutamente improcedente en economía. En materia económica los audaces fracasan; sobretodo cuando deben enfrentarse a crisis. No hay que confundir audacia con resolución. En las crisis es necesario tomar medidas con resolución; pero eso se logra sólo después de un análisis riguroso y eso ha estado completamente ausente. Se ha seguido al pie de la letra la receta alemana de Bruselas, se ha confiado a pie juntillas en las letanías del BCE, y del FMI, que representan los intereses de una minoría social de inversores casi todos alemanes e ingleses y el piso electoral que representaba la base social de Rajoy comienza a darle vuelta la espalda y probablemente eso se profundizará aun más.
El problema es que guste o no, es este gobierno el que debe tomar las decisiones para afrontar y superar la crisis; pues las crisis no se acaban solas y es impensable esperar tres años más para que un nuevo gobierno comience a tomar las medidas adecuadas; pero si los siguientes cien días siguen el camino de los primeros, eso se vuelve virtualmente imposible. Es momento de estrenar otra agenda económica, por supuesto que un primer paso sería redefinir la reforma laboral.