Nunca antes unas elecciones francesas fueron seguidas con tantísimo interés por parte de la gran mayoría de los ciudadanos europeos. Terminada la primera vuelta, la derecha de Sarkozy y la izquierda moderada de Hollande se miden de cara a los comicios del próximo mes de mayo. Ninguno de los dos escatima escarceos con quien sea, con tal de conseguir aumentar la exigua distancia que separa a ambos candidatos. En ese duelo bipartidista que también impera en Francia, no se ignoran los resultados de otras fuerzas políticas, entre ellas el ultraderechoso Frente Nacional de Marina Le Pen.
Asombrosa es la enorme bolsa de votos recaudados por la hija del histórico nacionalista de extrema derecha, Jean-Marie Le Pen, famoso por perlas tan histriónicas como que la ocupación nazi de Francia “no fue particularmente inhumana”, palabras que le acarreó una condena del Tribunal Correccional de París; o que las cámaras de gas no fueron más que “un detalle histórico”, frase por la que también fue multado; o su negación de la maquinaria de exterminio nazi, por lo que también fue condenado…
Resulta importante recalcar estos datos, porque aunque una persona no debería ser juzgada por los hechos de sus progenitores, Marina Le Pen es lo suficientemente mayorcita como para encabezar con orgullo el partido que fundara su padre, al margen de que en sus años de actividad política ella misma ha hecho méritos suficientes para ser considerada la cara visible de la derecha más extremista de Francia.
No obstante corren tiempos extraños para el mundo y la crisis financiera trae consigo frases, alianzas y resultados no menos extraños. Es el caso del arma que se usa en la contienda hacia la presidencia del Elíseo, donde asistimos atónitos al intento de los candidatos de rifarse el turno por bailar con la más fea, algo realmente inusual.
Así el actual presidente Sarkozy, a quien no le importa hacer un flaco favor a su colega político Mariano Rajoy y de paso empeorar aún más la credibilidad sobre la economía de España con su uso de la crisis de la deuda española, no para de lanzar requiebros amorosos a la hija de Le Pen, intentando anexionarse los votos de una de las derechas más rancias de Europa.
En el otro lado, el socialista François Hollande no duda en afirmar que entre los votantes de Marina Le Pen existe un elevado porcentaje de personas de extrema izquierda, que deberían verle a él como una forma de volver a recuperar la esperanza de que la izquierda solucione sus problemas… ¡Una locura de estimación, hasta en el caso en que fuese cierto!
Por supuesto el resto de ciudadanos de Europa seguimos atónitos la evolución de unas elecciones que supuestamente significan mucho para el futuro de una política europea que cambie radicalmente su visión de la crisis y deje de empujar a los países hacia el abismo de las privatizaciones y el dinamitado del estado de bienestar. Pero para ello los electores también debemos aprender a votar. No basta, como en España, con dar palos de ciegos y luego asombrarnos con las medidas ideológicas que se traslandan al campo de la Economía de Estado. Es importante que enseñemos a los políticos que con un voto no se juega y que “el todo vale” no sirve.
Imagen: Les Tours de Laliberté