Plataformas de parados, plataformas de hipotecados, plataformas de embargados, plataformas de desalojados, desahuciados, desesperados, enloquecidos, suicidas… una radiografía cruel, pero certera de la situación actual de un país que un día, no hace mucho, era la octava potencia del mundo… o eso decían. Con estas condiciones, en una España que además te deja sin cobertura médica y te obliga a atracar un banco -cosa que no sería más que recuperar lo que nos han quitado ellos- si quieres que tus hijos sigan estudiando, parecía inevitable que los ciudadanos se agruparan para pedir los pisos de Bankia, su banco público. Así lo están haciendo diferentes movimientos vecinales y el propio 15-M.
Porque hablamos de una entidad financiera que nos cuesta 24.000 millones de euros y que nos obliga a socializar sus pérdidas, una operación que parecía trasnochada y muy del franquismo y que, sin embargo, vuelve como un fantasma del pasado para devolvernos a la España más negra de la postguerra, del estraperlo, el trabajo a destajo y la morada bajo un puente.
Ahora, después de que las indemnizaciones de los directivos prejubilados y sus planes de pensiones, entre ellos el novísimo presidente y sucesor de Rodrigo Rato, José Ignacio Goirigolzarri, con una pensión vitalicia de casi 69 millones de euros, nos dicen que el problema viene de una maligna burbuja inmobiliaria que ha llenado la entidad de asquerosos y peligrosísimos activos tóxicos.
Ese es el problema. Seamos conscientes de que la dichosa burbuja se formó sola, surgida como un champiñón en óptimas condiciones de humedad y que el saqueo y el reparto de beneficios, primas y prebendas no tiene nada que ver con el tema, no seamos mal pensados.
Sea como fuere, el Estado tiene que asumir el agujero negro, negrísimo, que nos han dejado en Bankia. Una agujero negro denso que se ha chupado los recortes y más con los que el Gobierno pretendía cumplir el objetivo del déficit. Pero no sabemos más del tema y, si desean más información, pregunten al presidente Mariano Rajoy, que está desarrollando un cutis tan terso, que llega a conferirle las propiedades del cemento armado, cualidad imprescindible para negarse por la cara a dar información sobre la cuestión.
En estas circunstancias el saqueo popular que significa Bankia ha sido denominado por la Administración Central con el eufemístico nombre de “nacionalización”. A este punto queríamos llegar. Los activos tóxicos no son otra cosa que los pisos, viviendas, locales… de los que han sido embargados, desahuciados y condenados a la miseria. Bien es justa pues la petición ciudadana. Si el banco es público y los españoles pagan, que se le devuelva a la ciudadanía un techo bajo el que vivir y que estamos pagando todos, en algunos casos más de una vez.
Imagen: El rincón de Indiamaría