Más que del día antes, habría que comentar las jornadas previas. Porque las últimas fechas han sido turbulentas, en unos años en los que las convulsiones se han convertido en auténtico síntoma de la epiléptica enfermedad que aqueja a la sociedad española. Es cierto que este proceso no es endémico, pero que nuestro país se está convirtiendo en uno de los laboratorios de ensayo, absolutamente prescindible y sacrificable, dentro de las mentes económicas que orquestan el nuevo orden mundial… resulta difícil de negar.
Mañana será el día antes al 25S y lo digo porque será la última jornada de la que dispongamos para prepararnos como comunidad, como colectivo, como pueblo y acometer un acto simbólico, que debería resultar una especie de resumen de lo que sienten los españoles de cualquier punto de este maltrecho Estado.
Rodear el Congreso de los Diputados para exigir el fin de una política económica y social de tal violencia que nunca antes, desde el golpe de estado que instauró un gobierno ilegal que nos estrujó durante 40 años, podríamos haber concebido en tiempos cercanos, debería ser suficiente razón para movilizarnos, manifestarnos y hacernos oír.
El día antes al 25S ya todos deberíamos estar allí. Claro que no todos podemos desplazarnos, pero sí podemos apoyarnos. A los que se quedan en su ciudad, en su pueblo, en su aldea… a ellos les toca rodear su Ayuntamiento, su plaza, su ermita… lo que consideren más céntrico, más simbólico, más destacable.
Es hora de ponernos de acuerdo en algo: En que esta forma de gobernar no la queremos y que después de que nos hayan recortado miles de millones, en dinero y en derechos, en prestaciones y en dignidad, esta España, nosotros la parimos y nosotros la decidimos.
Imagen: Coordinadora 25S