Las manifestaciones populares de Madrid, en contra de los salvajes recortes del Gobierno español y de su persistencia en el mantenimiento de una política económica de corte neoliberal, restrictiva en derechos sociales, humanos y constitucionales ha conseguido lo que ya parecía olvidado desde aquella acampada en Sol.
De nuevo los parias concentrados en Madrid, que desgraciadamente cada vez son más con el exterminio de la clase media española, han prendido la mecha que durante estos días está corriendo y saltando fronteras naturales para extender la explosión del descontento por buena parte de Europa. Aquellos que soñaron una vez con la Unión Europea y pero que se dejaron atrás los principios más elementales para fomentar el sentimiento de pueblo, entre los habitantes de un puñado de países con historia propia, asisten atónitos a la verdadera unión de los europeos.
Como en otros momentos económicamente desafortunados para las clases menos privilegiadas, el estallido se prevé próximo y las concentraciones en Neptuno, delante de la fuente madrileña, han servido para que los lisboetas, los romanos, los atenienses, los varsovianos, los propios berlineses y hasta los imprescindibles parisinos en esto de las revoluciones, se echen a la calle en contra de tanta política restrictiva.
Tal vez, por primera vez desde aquel Tratado de Maastricht, la verdadera unión de Europa esté más cerca, precisamente por la alianza de los verdaderos sufridores de la política abrazada por una Europa apegada a los cantos de sirena del capitalismo más crudo y aberrante.
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