Lo de Artur Mas tiene nombre tras las elecciones en Cataluña y se lo han puesto los propios catalanes, quienes han dado un guantazo al candidato de CiU, por mucho que haya echado mano de su maquiavélico discurso soberanista para disfrazar una política que, por más que se empeñe, no le va a la zaga a la del PP.
Claro que el PP tampoco es que haya salido muy bien parado, que a los catalanes no se les ha escapado que lo que el president de la Generalitat ha estado haciendo en Catalunya es harina del mismo costal del que caen los recortes de Rajoy y que al final, además de calvos, todos en la miseria.
Pero aunque ‘la’ color salte a la vista, nada más ojear los resultados electorales en este juego, por cierto muy parecido al que intentó llevar a cabo Álvarez Cascos en Asturias, la verdad es que catalanistas y no catalanistas (que a eso han querido reducir unos y otros unos la cita con las urnas catalanas) no han picado el anzuelo.
Hoy Artur Mas debería haber dimitido, ipso facto, ante un revés que le quita votos, escaños y deslegitima su discurso, malintencionado y falso, en un intento por esconder una realidad social y económica que le acerca más a los modos del actual Gobierno de España que al de un político que lucha por conservar libertades y beneficios para los ciudadanos de a pie.
Imagen: The Guardian
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mi opinión es que es bueno que no haya obtenido la mayoría absoluta. Siempre es bueno que necesite del apoyo de otro partido, sino haría lo que le diera la gana