Poco podían columbrar los visionarios de la civilización maya que el fin del mundo no llegaría con el 2012. Por mucho que se empeñen algunas sectas y los agoreros de los programas televisivos de videncia de madrugada, el 2013 llegará… y no precisamente cargado de buenaventura.
Con cada minuto que transcurre de estos últimos días de un año aciago y funesto para la mayoría de la gente de bien, el ánimo de cualquiera con dos dedos de conciencia se va infectando de mala baba y pensamientos ultrarradicales y pérfidos, contra una casta política que ha tocado fondo.
Está claro que ni están todos los que son, ni son todos los que están… por supuesto que no. Como una mujer imbuida de lo público, que ha trabajado muchos años por y para la política, en el más absoluto anonimato, sin percibir un solo céntimo por ello y con absoluta vocación, sé que son muchos los políticos honrados y honestos que hacen su trabajo con sigilo, prudencia, cautela y en privado, sin tantos aspavientos y tanta soberbia, altivez, inmodestia, arrogancia, altanería, jactancia, impertinencia, endiosamiento y pedantería con la que actúan tantos politiquillos y pseudoempresarios que nos han llevado a la ruina.
Lo último que hemos sabido es que algunos de los miembros de tan loable casta, son capaces de acudir a las murallas de una ciudad, camuflados, encubiertos y ocultos. Gorros y bufandones para evitar que se reconozca el rostro de un corrupto, que supuestamente acude a un punto un tanto extraño, para recoger un paquetito con un fantástico aguinaldo en metálico.
El pasamontañas parece que sigue siendo un objeto para disimular la identidad de los terroristas, de los chantajistas, de los extorsionadores… Sin embargo, el terror ahora llega avalado por los votos.
Imagen: RTVE