El gigante chino está reduciendo sus niveles de crecimiento, a pesar de los esfuerzos realizados por su Gobierno para modificar un sistema económico al que los analistas creen agotado.
El PIB de China ha aumentado un 7,5% de abril a junio de este año, confirmando la ralentización, a la vista del 7,7% que creció el primer trimestre del año y el 7,9% de los últimos tres meses de 2012. Y la culpa de esto la tiene la bajada en las exportaciones, a la vista de la crisis que asola Occidente y la caída de la demanda en estos países.
Para el portavoz de la Oficina Nacional de Estadísticas, Sheng Laiyuan, el frenazo al crecimiento chino se debe al “entorno internacional, que continúa siendo complicado y grave”, a las iniciativas tomadas por los nuevos lideres del Partido Comunista Chino, que se están centrando en reformar la economía, los bajos salarios que limitan el consumo y la campaña gubernamental que busca reducir los gastos públicos innecesarios.
A pesar de todo, China crece a un nivel que es impensable en el mundo occidental, aunque el Gobierno chino quiere cambiar el modelo, de manera que el objetivo ya no sea crecer lo máximo posible, sino crecer de una manera sostenible y con calidad.
Xi Jinping y Li Keqiang, presidente y primer ministros chinos, buscan que la economía china dependa menos de la inversión extranjera y de las exportaciones, para que el consumo interno sea la locomotora de la economía nacional, pero esos cambios pueden ser duros en el corto plazo, aunque son imprescindibles para garantizar la viabilidad económica china en el futuro.