Aunque en España no le vemos ni el pelo y por más que se le ruega, se le pide, se le exige que explique la reforma laboral, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy no da la cara. Pasan los días, las semanas, los meses y el jefe del Ejecutivo sigue escondido en su guarida de Moncloa, escudándose tras sus ministros y poniendo la Vicepresidenta de parapeto, ofreciendo esa imagen de la mujer de las películas de Gracita Morales, donde la fémina, al servicio del macho ibérico era chacha para todo.
Sin embargo, llega a Bruselas, en su primera comparecencia oficial a nivel europeo y se pone a llorar por los rincones, quejica, acusica y lastimero. Que si la herencia que me han dejado… que si el déficit ha sido mayor… que si va a ser muy difícil… que si la reforma me va a costar una huelga… y todo en voz alta, como un niño malcriado y consentido, en medio de toda la plana mayor de Europa.
Eso es, Don Mariano, haciendo patria. Dejando el pabellón de España bien alto. Generando confianza en nuestro país. Afianzando nuestra posición en Europa. Ofreciendo soluciones y alternativas. Lo que usted decía, ocupando el lugar que nos corresponde en la Unión Europea... Y me da vergüenza, porque aunque yo no le haya votado y yo no le merezca, usted es mi presidente, mi representante, mi portavoz ante el mundo… Pero… ¿qué he hecho yo para merecer eso?
No estoy, ni por asomo, de acuerdo con las decisiones tomadas en la anterior legislatura, pero lamento ser yo quien tenga que recordarle que por eso sus conciudadanos le han votado. Lo que hicieron otros es pasado, pretérito. Ahora usted es presente y si no es capaz de solucionarlo, de comportarse como un dirigente, si sólo sabe llorar y dejarnos por los suelos… dimita, porque si usted mismo ya anuncia huelga general, no quiero ni saber lo que se nos viene en realidad.