Apenas ha transcurrido poco más de un mes desde que el Banco Central Europeo (BCE) repartirera casi 500.000 millones de euros entre los bancos de la Eurozona. Se trataba de la primera subasta de liquidez con vencimiento a tres años y a ella acudieron más de medio millar de organismos financieros.
La magnanimidad se la debíamos a Mario Draghi, que acababa de estrenar su puesto como presidente del BCE y se inauguraba con estas extraordinarias facilidades a los bancos, que podían hacerse con dinero barato y sin límite, en una supuesta maniobra de la entidad europea para estabilizar la economía y conseguir mayor fluidez, con un movimiento que tras proveer a la banca, se dejara notar en la concesión de créditos.
Ha pasado el tiempo y lo único que hemos sabido es que, de nuevo, el dinero se emplea para salvar a los bancos que ya no sólo salen a flote sino que, además, emplean el dinero prestado a un interés ridículo para adquirir productos financieros que les permita aumentar sus beneficios de una manera soez, mientras la microeconomía de las familias y pequeñas empresas se va directamente por el desagüe del inodoro.
Parece que a los líderes de esta Europa Unida el gesto no les parece malo, a pesar de constatar que los depósitos consignados en el BCE son los más altos desde que se instaurara el euro. Hablando en plata, los bancos no hacen más que ingresar sus ganancias, poniéndolas a buen recaudo, mientras anuncian que van a pedir aún más al Banco Central, cerca de 1 billón de euros, según se publica hoy en los principales medios de comunicación.
La timidez de las entidades bancarias se ha esfumado, si es que alguna vez tuvieron alguna. La poca vergüenza que les quedaba, si es que alguna vez la tuvieron, también.
Entretanto la canciller alemana sigue exigiendo a países como el nuestro, que se suba el IVA y que se endurezcan las reformas laborales… ¡qué maja, la alemana esta!
Imagen: Manuel Peinado