Hasta hace unos años dudo que los ciudadanos de a pie pudieran siquiera plantearse lo que se avecinaba, a pesar de las voces -sabias y preparadísimas, en muchas ocasiones- que avisaban de la salvaje gestión económica que se venía practicando y de que todos en la calle, incluida la mano de obra no cualificada, hablásemos de aquella cosa de “la burbuja inmobiliaria”.
Han sido los años en los que los jóvenes abandonaban los estudios para trabajar de peones en la construcción, ganar sueldos que a ver cuándo volveremos siquiera a intuir y comprarse un bmw que tuneaban a la primera de cambio, mientras continuaban viviendo con mamá.
Los peores puestos los reservábamos para los inmigrantes, que eran capaces de jugarse el todo por el todo, hasta cruzar el charco en patera o recorrer medio mundo, para llegar a la España del Rey Midas, la nueva El Dorado, un lugar en el que poder ganar poco menos de mil euros mensuales, suficientes para mantener a la familia allá lejos, donde el hambre y la miseria no dejaban lugar a la dignidad.
La burbuja no sólo estalló, también arrasó a su paso con cuanto se fue topando, mostrando su descaro soez y dando a entender que entre los españoles había nacido una nueva casta de chorizos de primera, que podría estar integrada incluso por miembros de la realeza, grandes de España, presidentes autonómicos y empresarios de reconocida solvencia.
Aquí el pararelismo con el Sueño Americano terminó dándose de hostias con la pesadilla del Toro de Osborne y los niños que no estudiaron copan las listas del paro, con la misma preparación cultural y técnica de un botijo; y comparten desdichas con los pobres inmigrantes, protagonistas encima de las redadas xenófobas de nuestras Fuerzas de Seguridad; con sanitarios a los que, dirigentes del nuevo partido gobernante, consideran una panda de vagos; con padres y madres de familia a los que se ha despojado del techo para sus hijos; con andaluces campesinos, gandules y “vivalavirgen”, a noble juicio del hijo de una de las hijas predilectas de Andalucía; y con miles de universitarios que resultan ser los más sobrepreparados de la U.E.
La realidad es esa, España tiene ya 12 millones de personas que viven en situación de pobreza y la cifra amenaza con crecer. Eso supone casi el 23% de la población, según la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social. De esos 12 millones de pobres españoles, con ingresos inferiores a 500€ al mes, más de 2 millones malviven en condiciones de pobreza extrema y no llegan siquiera a los 300€ mensuales.
Eso sí, el próximo presidente del Gobierno, avisa que endurecerá aún más los recortes y que todavía nos irá peor y el presidente de la CEOE, a quien nadie sabe quién dio vela en este entierro, ha solicitado que se pueda despedir a los empleados públicos… Por cierto, que Feliz Navidad, ¿no?
Imagen: Forges/Paperblog