Por mucho que intenten disfrazarse de corderos, lo cierto es que al final siempre se acaba descubriendo a los lobos, máxime si van en manada. Las orejas del lobo que era este Gobierno, que a través de tantas promesas y mensajes populistas el presidente Rajoy quiso hacernos pasar por cordero, las vimos -bueno, quienes no quisieron verlas antes- en unos cuantos gestos rápidos, que ya traía muy pensados y que dejaron a la población temblando. Entre estos gestos estaban las congelaciones salariales, los tijeretazos en derechos sociales, la subida de impuestos y, por supuesto, la elección de su titular de Economía.
Luis De Guindos, un ex Lehman Brothers travestido de ministro por obra y gracia de Mariano Rajoy, acaba de anunciar el guindazo. Una de esas perlas con previsible forma de decreto que, como un Ferrero Roché, brillará como postre de lujo en las animadas cenas con los grandes empresarios y los líderes de la patronal antes de convertirse, también muy previsiblemente tras las elecciones de Andalucía, en una ley aún más dura y callosa para los trabajadores.
La reforma laboral del PP está en marcha, no hay más que leer los artículos de opinión que el ministro de Economía escribe en publicaciones norteamericanas y luego oír a Sáez de Santamaría cuando se le pregunta al respecto y apoya implícitamente lo que De Guindos vaticina como la panacea para la evolución económica de nuestro país.
El guindazo quiere imponer un modelo único de contrato, con un despido tan barato que se pueda cambiar de trabajador de la misma manera que el ministro cambia de calzoncillos, aunque tal vez esa prenda sea tratada con más respeto que la clase obrera en este país. Un modelo único de contrato… ¿qué será lo siguiente, un sindicato vertical?