Podríamos decir que la prima de riesgo española, ese indicador de confianza de los mercados, es una especie de veleta. Basta que soplen malos vientos en los países periféricos, también conocidos como PIGS, aunque no sea directamente sobre nosotros, para que el índice se dispare a lo loco.
El último ejemplo lo tenemos con la convulsión política que ha tenido lugar tras las recientes elecciones italianas, gracias a las cuales la prima de riesgo española escaló más de 50 puntos en un visto y no visto.
Observando estos hechos, queda más que patente que cualquier incidencia en los demás países de la zona euro con problemas crea una repercusión directamente proporcional a la escala de lo que esté sucediendo a nuestro alrededor.
También lo hemos visto en sentido contrario ya que con la sola declaración de una autoridad económica hemos conseguido mayor calma en los mercados y un poco de respiro en la prima de riesgo. Me estoy refiriendo, por ejemplo, a las declaraciones del verano pasado de Mario Draghi donde afirmaba que salvaguardaría la continuidad del euro. Con esta sencilla afirmación, España dejó de estar en nefastos récords de 638 puntos básicos. De hecho, en septiembre el indicador se estableció en los 400 puntos básicos y en 2013 se estaba manteniendo por debajo de dicha cota gracias a las subastas del Tesoro, hecho que presagiaba la devolución de la confianza en España.
Sin embargo, dados los datos de recesión que presentamos hasta finales de 2013 o comienzos de 2012, la tasa de desempleo por encima del 26% y el déficit que se quedará en el 6,3% del PIB al cierre del año, nos encontramos con una fragilidad económica incapaz de protegernos de contagios.
Imagen: abc
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