Si Cándido Méndez y Fernández Toxo, los líderes de UGT y CC.OO. respectivamente, habían condicionado la huelga general al sentir de los trabajadores, las manifestaciones llevadas a cabo contra la reforma laboral ha dejado bien claro qué opinan los ciudadanos y deja la piedra sobre el tejado de los sindicatos, quienes deberán reaccionar adecudamente ante un clamor popular que ha dejado bien claro que no está de acuerdo con lo que el gobierno del Partido Popular quiere imponer a los trabajadores españoles.
Es momento de reflexión, sí, pero de reflexión encaminada a trazar un plan de protestas que obligue a un gobierno déspota y soberbio, que no ha querido consultar con ningún agente social, algo tan básico para la buena salud de la democracia, unas medidas que suponen un hachazo a los logros sociales y sindicales y a las garantías que tantos años de lucha ha costado a este país.
Miles de ciudadanos, en cada lugar en que se había convocado la manifestación, han tomado la calle de manera pacífica pero muy contundente. El rechazo a las medidas de Rajoy ha sido notable y manifiesto y eso significa que España, los españoles, no están de acuerdo con su visión sobre cómo resolver el problema del desempleo y la crisis económica.
Ese gobierno, que ha estado reconcentrado en su propio caldo en el Congreso de Sevilla del PP y autobañándose en su propia leche de burra, debe (tiene) que echar marcha atrás, porque están aquí, como todos los gobiernos en calidad de prestado, simplemente porque el sistema democrático les ha permitido que actúen en su nombre, pero nunca, jamás, escatimándoles su soberanía popular.
El pueblo dice no y eso ha de ir a misa aunque le pese a Rouco Varela y a toda la corte celestial. Rajoy tiene que abrir bien la orejas y hacer caso a los españoles que han demostrado tener algo muy claro: Por ahi no, don Mariano.
Imagen: Telecinco