Si los sindicatos pretendían tomar el pulso a la sociedad española acerca de su opinión sobre las medidas aprobadas por el gobierno del PP, lo cierto es que la respuesta no ha podido ser más locuaz y contundente. Sólo en la capital de españa se han echado a la calle casi medio millón de manifestantes y en millón y medio se ha cifrado la participación en el conjunto del estado español, repartidos por 59 ciudades de toda la geografía.
El descontento de la clase trabajadora no puede ser más manifiesto, si bien con estas cifras una no puede por menos que realizar algunas reflexiones que espero del todo que no sean de lo más acertadas ni me pillen en un momento de claridad mental.
Sólo en Sevilla eran alrededor de 50.000 personas las que han salido en protesta por la tan odiada reforma de Rajoy. Precisamente en Andalucía se encuentra en campaña electoral y allí se elegirá el próximo gobierno de la Junta de Andalucía para los próximos cuatro años. Según todas las encuestas, el PP está a punto de arrancar el poder de las manos de los socialistas, que han estado instalado en el gobierno andaluz desde la creación del Estado de las Autonomías.
Como en el resto de España, cada vez que en los últimos tiempos se oyen protestas y reproches contra el Ejecutivo de Mariano Rajoy en el gobierno central, o a los terribles tijeretazos en Educación o Sanidad y Derechos Sociales, en las distintas comunidades gobernadas por los populares, al final parece que nadie votó al PP. Sin embargo, ahí están, en el gobierno, demostrando que el no votar es igual de fatídico que el votar a quien no se debe.
Ahora llega el momento de parar los pies a un racimo de medidas económicas, financieras, laborales, educativas, sanitarias… un despropósito muy acorde, por otro lado con la nueva Europa de franquicia alemana.
El auténtico pulso al gobierno no se echa en manifestaciones dominicales, aunque la respuesta ciudadana es realmente muy contundente. La verdadera batalla llega con la respuesta a la Huelga General, porque aquí son muchos los factores que determinan el nivel de asistencia y entre ellos está, primero que en una situación terriblemente crítica en la que los ciudadanos no tienen ni un céntimo, se les descuenta esa jornada de su nómina del mes.
Bueno, tal vez estemos tan cabreados y ya tan paupérrimos que eso nos importe tres pitos. Sin embargo existe otras medidas de presión que no permanece ajena a nadie: el acoso y la amenaza por parte de los empresarios. El fantasma del despido, si se ejerce el derecho a la huelga; la posibilidad de que te pongan de patitas en la calle porque “total, ahora pegas una patada y hay dos mil dispuestos a hacer lo mismo que tú y por menos dinero…”
Ahí está la auténtica espada de Damocles, pendiendo siempre sobre el cuello de los trabajadores y ahí está la verdadera labor de los sindicatos que ese día, deben estar preparados para garantizar a miles de trabajadores su derecho a la huelga. Es el momento de que los sindicalistas ocupen su lugar al frente de las protestas.
Imagen: 20minutos